Por mucho tiempo los estudios sobre el trabajo y la salud se han centrado en comprender las consecuencias negativas de esta relación. Recién en los últimos años, en parte fruto de los hallazgos de la Psicología Ocupacional Positiva (POP), se ha profundizado en los aspectos positivos de esta relación. Hoy conocemos una mayor cantidad de evidencias sobre cómo se produce engagement (ya no solo se habla de burnout) en áreas de trabajo como la salud, la educación y los servicios.

Esto nos permite ver qué el trabajo puede ser (en forma potencial) una fuente de salud y bienestar si se ajusta a las expectativas de la persona que lo va a realizar, le ofrece la posibilidad de desarrollar sus capacidades y aprender en un entorno motivante donde existen altos niveles de apoyo. Podemos entender entonces, que todo el ciclo de vinculación de los trabajadores con la organización (selección, capacitación, evaluación de desempeño, formación de equipos) es potencialmente fuente de bienestar y por ende es necesario, a la luz de las evidencias disponibles, ver las prácticas de gestión de recursos humanos como parte de la intervención en salud que pueden hacer las organizaciones. Estas prácticas entonces no solo son una forma de mejorar la eficiencia de la organización, sino también son pertinentes para la mejora del bienestar de los trabajadores.